Qué tirana es la ignorancia. Qué
necesaria es la educación, el conocimiento, para alcanzar la
libertad. Atado y bien atado lo dejan quienes sumen a su pueblo en la
incultura.
No es el analfabetismo lo peor. Peor es, creer que se sabe cuando se es
manipulado. Peor es la desidia, el abandono, la abulia. Peor es no
tener sentido crítico. Peor es no luchar por mejorar.
El analfabetismo actual puede asociarse a un dejarse ir, a un fatalismo
vital que niega cualquier curso de acción alternativo ante el mal que
se intuye. Lo volitivo sucumbe ante un instinto que niega el esfuerzo,
que esclaviza, que derrota y encadena al sacrificio, a la disensión. Y
aún más triste es el quejido lastimero de quien así se comporta cuando
su sino se cumple.
¿Por que retar al destino si no estás dispuesto a llegar hasta las
últimas consecuencias? ¿Cómo piensas cambiar el futuro si no asumes que
debes sacrificar tu tiempo, tus recursos, tu propia vida para
conseguirlo? ¿Por que renunciar al hedonismo? Atado y bien atado
quedó. ¿Cuántas trabajadores están afiliadas a un sindicato? ¿Cuántas
votantes militan en un partido político? ¿Cuántos vecinos, padres, madres, alumnos están integrados en una asociación? ¿Cuándo
fue la última vez que dieron algo por aquello en lo que creían? Y ahora
quién responde: ¿con qué fuerza criticas a los sindicatos, a los
partidos políticos, a los movimientos asociativos? ¿cómo te atreves a
quejarte de los resultados de su acción desde tu inacción?
Qué sencillo es repartir vendas entre los heridos y animarles a despotricar contra todo aquello que les hace infelices.
Si alguien observa en la distancia lo que está ocurriendo tendría que
convenir que el autor de este montaje teatral ha acertado con la
escenografía, con los diálogos y con la caracterización de los
personajes. Es una adaptación de la tradicional historia de las
miserias humanas ambientada en el siglo XXI.
Estoy dolido. Me duele mi educación.
Me duele haber sido educado en el esfuerzo, en el trabajo, en soñar una
recompensa futura, no inmediata. Valoro la empatía, la modestia, la
solidaridad, la cooperación y el compromiso y no puedo ni quiero asumir
el rol que se me asigna en esta función. Me duele mi propia ignorancia.
Grave dolencia es la ignorancia. Solo se cura con educación.
Lo difícil es encontrar quien prescriba el medicamento y lo administre
convenientemente. Se corre el riesgo de que el paciente, inconsciente,
muera sin saber cual era su enfermedad.
Jose Luis Luquero Velazquez
Profesor Enseñanza Secundaria de la Comunidad de Madrid
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